“…De ahí que, frente a los procesos de decadencia de las formas tradicionales de gestión, la crisis agrícola, la degradación del sistema hídrico del Segura, (del que depende el Sistema), el envejecimiento de la población local, etc., apenas se propusieran medidas proactivas; más bien, el modelo de gestión se basó en prohibir o limitar las actividades consideradas negativas para los elementos faunísticos o botánicos, desde una visión reduccionista. De ahí el estallido recurrente de conflictos, en ocasiones virulentos, cuando tales limitaciones ambientales obstaculizaban los usos tradicionales, y la decadencia paulatina de la calidad ambiental de los ecosistemas (Martín Cantarino, 2010).…”