“…Al ser visualizada como una epidemia mundial, se debe hacer hincapié en todas aquellas consecuencias que conlleva (Esquivias-Zavala et al, 2016), como son las enfermedades crónico-degenerativas, además de mayor mortalidad prematura y disminución en la calidad de vida (Barrera-Cruz et al, 2013), la cual es considerada como un constructo de tipo multifactorial, en el cual se ven incluidos aspectos asociados tanto a la salud física como mental (Dueñas, Del Carmen, Zamora y Saunas, 2005;Miró, Cano-Lozano y Buela-Casal, 2005;Pineda, Zapata y Donado, 2014), y es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1996) como aquella percepción que cada individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto cultural y sistema de valores en los que vive, así como la relación con sus objetivos, expectativas, normas e inquietudes. Por otro lado, las personas con sobrepeso y obesidad afrontan aquellos estigmas relacionados con la figura y el peso corporal, proveniente del cliché de que las personas con obesidad son diferentes en términos conductuales y de personalidad, considerándolos con poca fuerza de voluntad (León-Sánchez, Jiménez-Cruz, y Gonzalo, 2015) y poco atractivos, comentarios negativos que llegan a afectar la autoestima y, de igual forma, pueden conllevar a la adaptación de conductas alimentarias de riesgo, diversos estudios han encontrado una asociación entre la obesidad y una menor calidad de vida percibida, estos individuos con un índice de masa corporal (IMC) más alto, tienden a reportar puntuaciones bajas en las medias relacionadas con la calidad de vida (Salazar et al, 2016), se debe tomar en consideración la relación que ésta tiene con la esperanza de vida, así como el impacto de diversas enfermedades crónicas en los diversos dominios de cada uno de los individuos (Custorio, Murawski, Elizathe y Rutsztein, 2017).…”