“…El docente universitario, se siente quemado porque observa y vive la ineficaz labor de las autoridades, no respetan los acuerdos, concursos, no atienden las demandas y más bien atiende las demandas políticas y generando distanciamiento, inconformidad, pasividad, conflicto entre colegas provocando desgaste y agotamiento porque no encuentra respuesta, evidenciando un desgaste emocional muy elevado, en comparación de otros componentes, como la pérdida progresiva de energía, inestabilidad emocional, desgaste y fatiga por el trabajo, demandas de los estudiantes con muchas necesidades, que a su vez se interrelacionan con los problemas que aquejan la sociedad (4,5,9,10) . Para el docente universitario, quien a lo largo de la historia se ha visto enfrentado no solo por el nivel de desafío e importancia de su labor (a nivel intelectual y formativo), sino además por la constante evolución y cambios en los paradigmas del conocimiento de la educación profesional superior, catalizando información de enfoques y planteamientos se ha visto obligado a adecuarse a las nuevas necesidades según el nuevo contexto: la aplicación de nuevas metodologías y didácticas para el dictado de clases asincrónicas, la eficacia de los nuevos métodos de aprendizaje, adecuación a las herramientas tecnológicas; y evidenciar la eficacia del desempeño docente.…”