“…Muy habitualmente el AP es prescrito y no elegido; dicha prescripción suele regirse por criterios funcionales y no por las preferencias personales o por las respuestas emocionales del usuario (Desmet & Dijkhuis, 2003). Esto conlleva un efecto negativo, debido a que la identidad creada por el producto no se corresponde necesariamente con la imagen que el usuario tiene o quiere transmitir (Olander, 2011). Por tanto, algo que mejora el bienestar físico o sensorial puede llegar a ser contraproducente en términos de bienestar emocional, ya que puede ser percibido como estigmatizante.…”