“…Así, voy a proponer y argumentar cinco dimensiones y un nuevo orden, tanto en su presentación como en su subsiguiente puesta en acción; incorporando a las tres dimensiones tradicionales una dimensión previa (la ética), que garantizará la salubridad de las intervenciones posteriores, y una dimensión posterior (la espiritual), que dará sentido y permitirá cerrar un círculo que pretendo coherente y sanador (Tabla 1). Por otro lado, asumo desde ahora mismo la reconceptualización de "salud" como "habilidad" que sabiamente concibieron Alejandro Jadad y su equipo en 2008 (2); de forma que, en todo momento, entenderé la salud como "la habilidad de las personas y las comunidades para adaptarse y manejar los desafíos éticos, físicos, emocionales, sociales y espirituales que se presentan en la vida" (3). Y digo más.…”
El suicidio me cuestiona individual y colectivamente. Personal y profesionalmente. Emocional y éticamente. Física y socialmente. Y, desde luego, espiritualmente. Y me alegra muchísimo que desde la salud pública (a la que nada humano le es ajeno) ya se estén poniendo en marcha acciones de todo tipo dirigidas a lograr una prevención eficaz y sostenible en un tema que era tabú hasta hace muy poco tiempo.
De igual manera que hacer frente, en su momento, a la pandemia del VIH/SIDA con valentía y decisión permitió incorporar mejoras en la salud pública de España que se acabaron consolidando, como el papel activo de pacientes y familiares (tanto en las consultas individuales como en las intervenciones educativas a través de las escuelas de pacientes); si se afronta la cuestión del suicidio con coraje y determinación se podrá alumbrar una nueva sociedad. Mejor y más saludable. Ética, física, emocional, social y espiritualmente.
De todo ello trataré en ese artículo. Desde la teoría y desde la práctica. Con evidencias científicas y con experiencias vivenciales. Con dichos y con hechos. Con reflexión y con intuición. Con mucho amor y con algo de humor.
“…Así, voy a proponer y argumentar cinco dimensiones y un nuevo orden, tanto en su presentación como en su subsiguiente puesta en acción; incorporando a las tres dimensiones tradicionales una dimensión previa (la ética), que garantizará la salubridad de las intervenciones posteriores, y una dimensión posterior (la espiritual), que dará sentido y permitirá cerrar un círculo que pretendo coherente y sanador (Tabla 1). Por otro lado, asumo desde ahora mismo la reconceptualización de "salud" como "habilidad" que sabiamente concibieron Alejandro Jadad y su equipo en 2008 (2); de forma que, en todo momento, entenderé la salud como "la habilidad de las personas y las comunidades para adaptarse y manejar los desafíos éticos, físicos, emocionales, sociales y espirituales que se presentan en la vida" (3). Y digo más.…”
El suicidio me cuestiona individual y colectivamente. Personal y profesionalmente. Emocional y éticamente. Física y socialmente. Y, desde luego, espiritualmente. Y me alegra muchísimo que desde la salud pública (a la que nada humano le es ajeno) ya se estén poniendo en marcha acciones de todo tipo dirigidas a lograr una prevención eficaz y sostenible en un tema que era tabú hasta hace muy poco tiempo.
De igual manera que hacer frente, en su momento, a la pandemia del VIH/SIDA con valentía y decisión permitió incorporar mejoras en la salud pública de España que se acabaron consolidando, como el papel activo de pacientes y familiares (tanto en las consultas individuales como en las intervenciones educativas a través de las escuelas de pacientes); si se afronta la cuestión del suicidio con coraje y determinación se podrá alumbrar una nueva sociedad. Mejor y más saludable. Ética, física, emocional, social y espiritualmente.
De todo ello trataré en ese artículo. Desde la teoría y desde la práctica. Con evidencias científicas y con experiencias vivenciales. Con dichos y con hechos. Con reflexión y con intuición. Con mucho amor y con algo de humor.
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