En la Antigüedad clásica, donde el teatro era un ámbito masculino, se producía un desdoblamiento de género: un dramaturgo varón escribía un personaje femenino, con un discurso convencionalizado para reflejar, desde una perspectiva masculina, la idea de la feminidad imperante en la sociedad. Dicho personaje era luego interpretado por un actor varón, que abrazaba la contradicción de que dicho personaje femenino proyectara una visión negativa de la sociedad patriarcal. En este artículo se analiza un montaje de estética contemporánea, Prometeo (2010) de Carme Portaceli, y otro de ambientación atemporal, Antígona (2015) de Miguel del Arco. Se estudia, en particular, la transgresión de las convenciones dramáticas sobre género en la tragedia griega, y la transformación dramatúrgica de personajes masculinos en personajes femeninos, para observar qué sucede en la actualidad, y qué se quiere transmitir desde el escenario, cuando hay mujeres interpretando papeles tradicionalmente masculinos. Puede usarse esta perspectiva de género para actualizar la tragedia introduciendo una lente feminista reivindicativa, como en Prometeo, o se puede feminizar el personaje para reformular, como en Antígona, el conflicto de género, subrayando otros.