“…Una en la que el sujeto «ve y es visto»; otra poblada por los mirones, que «ven sin ser vistos»; una tercera destinada a los exhibicionistas en la que el cliente «es visto pero no ve», y una cuarta, más íntima, utilizada por las parejas, en la que el adulto «ni ve ni es visto». Este espacio «estereoscópico», construido democrática y activamente por los clientes aprovechando las posibilidades que ofrece el diseño arquitectónico, no es muy distinto del que espontáneamente tiende a construirse en la vía pública, tal como Mairal (1995) ha mostrado en su estudio de una pequeña ciudad española, pero sí que se diferencia radicalmente de la mirada unidireccional, del «ver sin ser visto», que crea el autoritario espacio «panóptico» (Foucault, 1986: 199-230) y que hoy la videovigilancia tiende a intensificar (Lyon, 1994: 167). Mientras el primero forma parte de la socialidad, el segundo es una pieza clave del orden disciplinario instituido en la sociedad por la modernidad…”