“…El ámbito latinoamericano, más en concreto, ha sido un contexto dificil para el desarrollo de programas preventivos en la línea de la reducción del daño, entre otras cosas por la influencia directa de las políticas hegemónicas estrictamente ortodoxas de EE.UU., así que vale la pena destacar algunos proyectos, por lo menos en tres países significativos: en México, la línea de trabajo desarrollada por el Centro Cáritas de Formación para la Atención de las Farmacodependencias y Situaciones Críticas Asociadas (CAFAC) (38) para potenciar políticas de drogas alternativas a las más hegemónicas y, dentro de ella, algún proyecto concreto (39,40), que demuestra la consistencia de estas "otras políticas" no solo para la salud, sino para la seguridad en general; en Argentina donde, además de un notable espacio de producción teórica en torno a la reducción del daño (41)(42)(43)(44), podemos señalar la existencia de dos organizaciones -Intercambios y la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (ARDA)-que han sabido impulsar este tipo de políticas, bien a través de la movilización de la sociedad civil y de las instituciones políticas, o bien con la formación de profesionales y otras iniciativas semejantes; y en Brasil, donde también hay ya una buena producción sobre el tema (45)(46)(47)(48), nos encontramos con una situación un tanto paradójica: apoyo oficial a este tipo de políticas -sobre todo desde la celebración de la 9ª Conferencia de la International Harm Reduction Association (IHRA) en 1998-, reconocimiento institucional de la figura del "reductor de daños", existencia de asociaciones relacionadas con el tema -Associação Brasileira de Redutoras e Redutores de Danos (ABORDA), Rede Nacional de Redução de Danos (REDUC)-, pero problemas para la financiación de programas de reducción de daños (o), a pesar de experiencias tan interesantes como las de Salvador de Bahía u otras de distintos lugares del país (p) (49,50).…”