“…Sin embargo, existen circunstancias en las que el dolor se vuelve crónico, convirtiéndose en un proceso perceptivo multideterminado y multidimensional más complejo que el dolor agudo, y en el que tiene lugar un aprendizaje (multideterminado y multidimensional) que mantiene el dolor a pesar de ser desadaptativo (1). Esto supone que en el dolor crónico esa alarma de adaptación del dolor agudo pierde su eficiencia y deja de ser un indicador fiable del daño de los tejidos (2), siendo una causa principal de discapacidad, de disminución de la productividad en el trabajo, de aumento del gasto sociosanitario y, en última instancia, de mala calidad de vida (3,4). Estudios epidemiológicos recientes muestran una elevada prevalencia en las estimaciones del dolor crónico, siendo del 37 % en países desarrollados y del 41 % en países en proceso de desarrollo (5).…”