El alto grado de desarrollo y complejidad alcanzado por la sociedad del siglo XXI –al menos según los estándares de lo que se conoce como “sociedad occidental”— requerían, de hace tiempo, reflexionar, investigar, repensar y proponer soluciones en torno a los nuevos procesos educativos (Schofer, Ramirez y Meyer, 2021). Estos deben estar en permanente estado de revisión y estudio para poder realizar los ajustes y calibrado necesarios que requieren la intensidad y densidad de los procesos y acuciantes necesidades que determinan la vida del siglo XXI (Chinn et al., 2021; Reimers, 2016).