“…No menos importantes son las alteraciones que se producen a nivel cerebral, tanto desde el punto de vista estructural como funcional (Cadaveira, 2009;López-Caneda et al, 2014;Tapert, 2007), siendo numerosos los trabajos que han documentado las posibles repercusiones neurocognitivas y neuroconductuales asociadas a este patrón de consumo Guerri y Pascual, 2010;Tapert y Brown, 1999;Ziegler et al, 2005). La literatura también señala que los jóvenes que realizan un consumo intensivo de alcohol tienen mayor probabilidad de verse implicados en numerosos comportamientos de riesgo como peleas (Swahn, Simon, Hamming, y Guerrero, 2004;Wechsler, Davenport, Dowdall, Moeykens, y Castillo, 1994), conducir bajo los efectos del alcohol (Adams, Evans, Shreffler, y Beam, 2006;Windle, 2003), tener problemas con la policía, ser víctima de atracos o robos, participar en prácticas sexuales de riesgo (DeCamp, Gealt, Martin, O´Connell, y Visher, 2015;Huang, Jacobs, y Deverensky, 2010) o presentar un peor rendimiento académico (Miller, Naimi, Brewer, y Jones, 2007). Asimismo, trabajos como el de Jones, Oeltmann, Wilson, Brener, y Hill (2001) o el de Miller et al (2007), han encontrado una estrecha relación entre el consumo intensivo de alcohol y el consumo de otras sustancias, e incluso se ha sugerido que el CIA durante la adolescencia es un factor de riesgo para el desarrollo posterior de abu-so/dependencia de alcohol en la edad adulta (Chambers, Taylor y Potenza, 2003;García-Moreno, Expósito, Sanhueza, y Angulo, 2008;Petit, Maurage, Kornreich, Verbanck, y Campanella, 2014).…”