“…Así, en una institución abrumada por la sucesión acelerada de acciones administrativas y legislativas dirigidas a consolidar una visión empresarial, tecnocrática e individualista de la enseñanza, el Movimiento de autorreforma ha reactivado una corriente amorosa (Piussi, 2005) donde la primera y más importante transformación ha sido la transformación de sí y de la propia relación con la institución, a partir del deseo personal, de la palabra nacida de la propia experiencia y de las relaciones de confianza y autoridad, no de poder. Este gesto político-pedagógico me invitó a transitar desde la distancia crítica y nihilista en que me hallaba hacia paisajes vivos y alegres de experiencias relatadas por maestras y maestros, por profesoras y profesores, que me fueron mostrando otra escuela, la buena escuela que existe y se vive cotidianamente, cuyo motor tiene una raíz en el amor (Cosentino, 1999). Por tanto, más que un movimiento, se trata de una subjetividad en movimiento (Cosentino, 2013) que pone a circular saberes y prácticas que saben hacer de la relación educativa el corazón de la escuela y de la escuela el corazón de la sociedad.…”