La última guerra carlista (1872-1876) constituyó el bautismo de fuego de la Cruz Roja Española (CRE) —fundada en 1864, el mismo año de la adhesión de España a la Convención de Ginebra— así como el más temprano gran conflicto civil al que el movimiento internacional de Cruz Roja se hubo de enfrentar. Pese a la imposibilidad legal entonces de que el Comité de Ginebra pudiera intervenir en guerras civiles, ambos bandos acordaron respetar los principios de la Convención, y la CRE —como otras organizaciones humanitarias, y de modo destacado La Caridad, que crearon los insurgentes— se volcó en actividades de socorro a los combatientes heridos y enfermos. En este artículo se exploran las narrativas humanitarias de dos destacados líderes de CRE durante la guerra carlista: el oficial médico e inspector general de CRE Nicasio Landa y la jurista, reformadora social y secretaria de su comité central de Señoras, Concepción Arenal. Se analizan estas narrativas en diversas fuentes primarias (cartas, informes, relatos literarios, artículos), destacándose similitudes y diferencias mutuas con respecto a cuatro aspectos: (i) sus públicos, propósitos y estrategias; (ii) sus apreciaciones acerca de quiénes merecían la ayuda humanitaria; (iii) sus preocupaciones por el bienestar físico y emocional de los combatientes enfermos y heridos atendidos en distintos escenarios y transportados mediante diferentes procedimientos; y (iv) la identidad de los actores humanitarios. Todo ello al objeto de examinar el papel jugado por estas narrativas humanitarias en el modelado de la compasión de la ciudadanía hacia las víctimas en las guerras civiles y el consiguiente afianzamiento de la CRE.