es un conjunto de estudios que se centran en la historia de los diversos objetos que se han utilizado para construir, comunicar y aplicar conocimientos científicos. El libro se divide en 15 capítulos, que siguen tres ejes temáticos: "tecnologías de papel"; "prácticas y conocimientos médicos, materialidad in-corporada"; e "instrumentos, disponibilidad y objetividad en el México del siglo XX". Se indaga por los usos, los mercados, el trabajo manual y las habilidades de los objetos y artefactos de las ciencias, así como por la dimensión política de la creación, producción y circulación de éstos. Los objetos que aparecen en este libro muestran una flexibilidad y ambigüedad que dificulta una fijación espacial y temporal: los mismos objetos, al igual que las interpretaciones de ellos, dependen de sus relaciones con otros objetos, decisiones políticas, y de las personas que interactúan con ellos. En ese sentido, los objetos que se discuten se constituyen por un continuo devenir que es difícil de definir de antemano. Un aspecto importante del libro es su énfasis en la interacción entre países productores y consumidores de los instrumentos que se discuten, visto desde la posición política de México. A través de esta mirada, lo político ocupa un lugar más central en las discusiones sobre instrumentos que lo común. Es el caso del estudio de la aparición de los primeros laboratorios, de Laura Cházaro, que subraya tanto las relaciones internacionales como la importancia política de la ciencia como una imagen útil para el gobierno federal. El estudio de Joel Vargas Domínguez es otro ejemplo que resalta la íntima conexión entre los estándares internacionales de calorías (establecidos en los EEUU) y las ideas de progreso en México. La relación entre estándares internacionales y usos locales es algo que también acentúa Natalia Coloballes en su estudio de la medición de la contaminación del aire en