En el concierto del capitalismo mundial, la economía mexicana es presentada como una de las más grandes y dinámicas. Destaca la exportación de productos maquilados (automóviles, electrónicos y aeroespaciales) y materias primas (minerales, petróleo y alimentos), aunque también de drogas y migrantes. En realidad funge como teatro de operaciones del capital rentista que orquesta megaproyectos extractivos, especuladores, maquiladores y criminales donde fluyen grandes cantidades de dinero y son acumuladas enormes fortunas, además de que el trabajo es precarizado y la naturaleza depredada. Un rasgo estructural es la transferencia del excedente hacia los centros de la economía mundial mediante el pago de deuda externa, remesas de ganancias, regalías, comercio intrafirma y fuga de capitales. La oligarquía ha sido beneficiada por la privatización y transferencia de recursos públicos; en tanto la clase política gestiona el proyecto neoliberal mediante la dominación y la violencia. El modelo económico tiene como trasfondo el expolio del fondo de vida obrero, la pauperización del pueblo, el despojo de bienes nacionales y comunales además de la abrogación de conquistas laborales y derechos sociales. En ese ámbito pervive una economía anclada al desvencijado mercado interno y la subsistencia familiar que permanece estancada y bajo acoso permanente.