No cabe duda acerca de la relevancia que está adquiriendo el patrimonio en las últimas décadas. Numerosos estudios caracterizan a este período como boom, inflación o abuso patrimonial y han proliferado la cantidad de cientistas sociales que debaten al respecto. En gran medida, aquello que legitimó y sigue haciéndolo a estas políticas es el mandato moral de la transmisión, la persistencia en el tiempo, el conjuro contra el olvido y la desaparición; aunado, en las últimas décadas, con el reconocimiento de la diversidad. Estos mandatos, positivamente valorados, opacan la politicidad y avasallamientos de estas políticas de patrimonialización, los afectos-efectos y tensiones que generan y el debate sobre los límites de lo patrimonializable. En tal sentido, sin dejar de reflexionar sobre aquello que el patrimonio hace con las expresiones culturales de la vida cotidiana, saberes y cosmovisiones indígenas, proponemos concentrarnos en repensar el camino inverso, esto es, que es lo que hacen esas manifestaciones y cosmovisiones indígenas con el patrimonio. Con este propósito, a partir de algunos ejemplos etnográficos derivados de nuestro trabajo de campo con el pueblo mbyá guaraní y mapuche, discutimos acerca del papel complejo y heterogéneo que juegan las prácticas de secrecía indígenas en los procesos de patrimonialización.