“…Así, no siempre influidos por la teoría poscolonial -la cual, sea como fuere, suele terminar notándose, aunque sea solo para la crítica-, y sí, más generalmente, por el instrumentalismo antropológico (Barth, 1969) y por el constructivismo social, en especial Bourdieu, la nómina de estudios de índole étnico-identitarios no ha dejado de crecer en los últimos veinticinco años, tanto en España (Cruz Andreotti y Mora, 2004;Fornis, 2007;Jiménez, 2008;Andreu, 2009;Sánchez Moreno, 2011;Caballos Rufino y Lefebvre, 2011;Machuca 2019) como en el resto de países europeos. Aquí, además de a Francia (Simon, 2011), Alemania (Jehne y Pfeilschifter, 2006), Países Bajos (Roymans, 2004;Stek, 2014) o Portugal (Roig Lanzillotta, Brandão, Teixeira y Rodrigues, 2023), se debe hacer mención a la producción científica sobre identidad e imperialismo romano de las exrepúblicas yugoslavas (Lulić, 2015;Janković y Mihajlović, 2018). Al margen del Viejo Continente, de igual modo, se pueden destacar: en Chile, los trabajos de Bancalari (2007) Evidentemente, una vez abandonamos la percepción macroscópica, las concepciones asumidas por los investigadores e investigadoras actuales se separan, a veces de manera diametral, sobre todo en relación con el impacto que produce la conquista y a la naturaleza intrínseca del imperialismo romano -por ejemplo, benévolo u hostil, intransigente o flexible-, así como a la mayor o menor capacidad agenciativa de las comunidades locales sometidas y, directamente vinculado con ello, a la asertividad de la comunidad imperial y su poder de atracción (o no).…”