“…Según un estudio publicado en Lancet (Ezzati y López, 2003), sobre datos del año 2000 de todo el mundo, el número de muertes causadas por el tabaco se estimó en 4,8 millones de personas, lo que supone el 12% del total de muertes de adultos mayores de 30 años (18% varones y 5% mujeres), siendo las principales causas de muerte: las enfermedades cardiovasculares (1,7 millones), con el 11% atribuible al tabaco; afecciones crónicas obstructivas de los pulmones (algo menos de 1 millón de muertes); y cáncer de pulmón (alrededor de 850.000 muertes), con el 71% atribuido al tabaco. Otros estudios (von Eyben y Zeeman, 2003) muestran que el consumo de tabaco prolongado puede multiplicar el riesgo a padecer diversos problemas de salud física frente a los no fumadores (cáncer de pulmón, que es 11,5 veces superior en fumadores; EPOC, bronquitis, enfisema, 8,7; cáncer de laringe, 5,4; arterioesclerosis, 4,1; cáncer de esófago, 3,4; cáncer de labio, boca, faringe, 2,9; cardiopatía coronaria, 2,7; cáncer de vejiga urinaria, 2,5; enfermedad cerebrovascular, 2,4; neumonía, 1,8; asma bronquial, 1,8; cáncer de páncreas, 1,6; hipertensión, 1,6; otras cardiopatías, 1,6; cáncer de riñón, 1,5). Además, fumar también produce aumento de la actividad del sistema nervioso autónomo (Evatt y Kassel, 2009), está asociado con enfermedades físicas y mentales incluso desde edades tempranas (Bush et al, 2007;Cano-Vindel y Fernández-Rodríguez, 1999;Katon et al, 2007), con trastornos de ansiedad (Zvolensky, Schmidt y Stewart, 2003) y, como ya se ha señalado, con una menor expectativa de vida (Doll, Peto, Boreham y Sutherland, 2004), que puede disminuir en 10 años si se abandona su consumo a una edad tardía frente a una edad temprana.…”