“…El valor e importancia de estas personas radica en que pueden llegar a ser percibidos como figuras significativas o referentes positivos para el desarrollo de niñas y niños, al otorgarles apoyo, ánimo y propiciar condiciones para la formación de sus vínculos (Cienfuegos & Díaz-Loving, 2011;Pereira, 2007). Inclusive, quienes mantienen un contacto diario y vivencias compartidas con personas menores de edad, podrían facilitar el desarrollo de competencias y habilidades a futuro para la implementación de un proyecto vital y la transición hacia la vida adulta (Deprode, 2011;Martins & Carvalho, 2018). En el caso de quienes permanecen institucionalizados entre los 15 a 19 años, se espera que estén en la adolescencia tardía, entendida como parte del período de transición desde la niñez a la adultez (Arnett, 2008;Feldman, 2007;Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social de Chile, 2012).…”