“…De hecho, los autores postulan que el consumo de cannabis podría actuar, más que como una puerta de entrada para el consumo de otras drogas, como una puerta de salida de las mismas; 5) el CBD podría atenuar el refuerzo positivo que ejercerían los opioides al interferir en los mecanismos cerebrales responsables de las propiedades reforzadoras agudas de los opioides, pero no de la cocaína (Hurd, 2017); y 6) el consumo crónico de bajas dosis de 9-THC revertía el declive cognitivo en ratones "maduros o ancianos", y lo hacía por un mecanismo glutamatérgico mediado por el receptor CB 1 y la acetilación de histonas (Bilkei-Gorzo et al, 2017). Dicho esto, el cannabis, particularmente su consumo elevado, regular y de alta potencia -con una elevada cantidad de 9-THC, se ha relacionado con los siguientes efectos perniciosos: 1) una reducción de la mineralización ósea, lo que podría aumentar el riesgo de osteoporósis y fracturas óseas en la edad adulta (Sophocleous et al, 2017); 2) con la enfermedad periodontal en la edad adulta (Meier et al, 2016); 3) una mayor probabilidad de morir antes de los 60 años (Manrique-Garcia et al, 2016); 4) la exposición prenatal a cannabis se ha relacionado con un mayor grosor en la corteza frontal de niños y adolescentes, afectando al desarrollo de las funciones ejecutivas (El Marroun et al, 2016), y generando mayor agresividad y problemas de atención en niñas de 18 meses de edad (El Marroun et al, 2011); 5) daños en la substancia blanca del cuerpo calloso, lo que derivaría en una peor comunicación inter-hemisférica (Rigucci et al, 2016); 6) una mayor susceptibilidad a tener falsos recuerdos y una menor actividad en las regiones cerebrales asociadas al procesamiento de la atención y rendimiento (regiones parietales y frontales), y memoria (áreas temporales lateral y medial) (Riba et al, 2015); 7) un aumento de las intoxicaciones accidentales en menores. En un estudio retrospectivo, multicéntrico realizado en Francia con 235 niños menores de 6 años que acudieron a las urgencias hospitalarias por intoxicaciones accidentales por cannabis entre 2004 y 2014, los autores señalaron que la tasa de intoxicaciones accidentales por cannabis en niños pequeños había aumentado un 133%, y que las llamadas a los centros de control de envenenamiento habían aumentado un 312% (Claudet et al, 2017).…”