“…En este sentido, la UNESCO describe los aspectos clave de la educación inclusiva para todo el alumnado como: (a) promover la participación real y efectiva de los estudiantes y reducir su exclusión de y para la educación; y (b) reconocer como claves en la inclusión educativa la presencia, participación y logro de todos los estudiantes, pero especialmente de aquellos en riesgo de exclusión y/o marginalización. Yendo un paso más allá y poniendo el foco en los ACNEE, la educación inclusiva supone adoptar un enfoque socioecológico que considere las interacciones entre las capacidades del alumnado y las demandas ambientales, subrayando que es el sistema educativo el que debe adaptarse y dar respuesta a todos los alumnos y no viceversa (Echeita, Simón, Márquez, Fernández, Moreno y Pérez, 2017;Nilholm y Göransson, 2017;Walker, DeSpain, Thompson y Hughes, 2014) y alinear políticas, culturas y prácticas inclusivas, eliminando barreras para el aprendizaje y la participación (e. g., Booth y Ainscow, 2011; Muntaner, Roselló y De la Iglesia, 2016) con el foco no solo en los objetivos de aprendizaje, sino en el máximo desarrollo posible y bienestar del alumnado (Amor, Verdugo, Calvo, Navas y Aguayo, 2018).…”