“…Los primeros estudios apuntaban que el teléfono móvil podía llegar a generar "modificaciones del estado de ánimo", ansiedad, depresión, pérdida del contacto familiar, miedo a salir sin él, nerviosismo, inseguridad e incapacidad productiva cuando no se tiene, así como dependencia psicológica (Kamibeppu y Sugiura, 2005;Muñoz-Rivas, Navarro y Ortega, 2003;Srivastava, 2005). Además, ponían ya de manifiesto los riesgos asociados a un uso indebido (García y Monferrer, 2009) y la alteración de las relaciones sociales, primando las telefónicas en detrimento de las personales, circunstancia acentuada en la generación mute, conformada por los millennials de entre 14 y 24 años.…”