“…El universo de bienes que las reinas locales promocionaron se reservó a determinados rubros: indumentaria (ropa de cama, traje de baño, ropa interior, deportiva, vestidos, medias, abrigos, gabardinas), joyas, cosméticos (cremas, polvos y labiales), perfumería (jabones, perfumes, lociones), electrodomésticos (cocina a gas, masajeadores) y alimentación (café, cacao y licores). Esta demarcación probablemente respondiera al ordenamiento de género respecto de roles y expectativas que las mujeres podían representar en calidad de modelos y consumidoras, pero también a dinámicas emergentes respecto del cuerpo y la sexualidad y a la expansión de la sociedad de consumo en las décadas de los cuarenta y cincuenta (Cosse, 2010;Pérez, 2012;Milanesio, 2014;Pite, 2016). La particularidad de muchas de estas publicidades consistió en la creación de estrategias de representación e instalación del aspecto multifacético de las mujeres, animarlas a adquirir productos que las invistieran de protagonismo en el hogar y fuera de él.…”