En septiembre de 2007, Antonio Annino, profesor de la Universidad de Florencia y del CIDE-México, visitó la Universidad Nacional de Rosario, a fin de dictar un seminario de posgrado. La oportunidad fue propicia para que Natacha Bacolla y Bernardo Carrizo, profesores de la Universidad Nacional del Litoral, conversaran con él sobre algunos temas que forman parte de su agenda de historiador.-Quisiéramos inicialmente preguntarle ¿cómo arriba a la Historia como profesión? ¿Cuáles fueron los jalones que marcaron sus años de formación tanto en lo académico como en la experiencia de vida, teniendo en cuenta las transformaciones sociopolíticas vividas en Europa en general, y en Italia en particular, en esos años?-Pertenezco a una generación que se formó básicamente afuera de la academia. La Italia de mi adolescencia recién salía de la guerra y de sus devastaciones, la gente era pobre y las clases medias también, pero la transición a la democracia tras el drama del fascismo y de su alianza con Hitler, una guerra civil, y una guerra perdida, despertó muchas expectativas culturales y una notable apertura hacia el mundo. Quizás no sería exagerado decir que a partir de los años '50 Italia vivió un notable crecimiento cultural a pesar de las condiciones materiales del país. Los partidos políticos democráticos jugaron un papel importante, sus dirigentes se habían formado en condiciones muy difíciles, en prisión, en el exilio, y en la guerra. De hecho hubo una selección irrepetible de los leaderschips políticos, que influyó positivamente en la cultura de un país que había pasado veinte años escuchando los discursos de Mussolini. Yo crecí en Milán, la ciudad más moderna en todos los sentidos y con las mejores escuelas públicas. La industrialización posbélica desencadenó en esta ciudad masivos procesos de modernización que mi generación vivió en primera persona, empezando por el hecho que nuevas capas sociales tuvieron acceso a la instrucción superior. De una selección de clase se pasó a una de mérito. La escuela en todos sus niveles era dura, muy dura, pero muy formativa, en particular el famoso «liceo clásico», el único